El Mes de Julio y el Árbol de Zapote Blanco
Mi Ofelia: ¿Lo recuerdas? Era el mes más caluroso del año en
Hermosillo, por lo menos a mí me lo parecía.
No hacía mucho tiempo que había recibido mi primera
asignación como pastor a una iglesia de parte de la Conferencia Mexicana, había
sido asignado a la Iglesia de Nogales, Sonora, una de las iglesias más
emblemáticas de nuestra conferencia.
Habías llegado a Hermosillo acompañando al Pastor
Jess R. Ochoa y su familia, un primo hermano tuyo. Estaban de visita con la
familia del pastor de la Iglesia de Hermosillo, el Pastor Rosario Moreno, según
me dijeron, ellos eran muy buenos amigos.
¿Qué hacía yo en Hermosillo? ¿No acabo de decir que había sido asignado a
la Iglesia de Nogales? Yo mismo no lo sé.
Lo que si se es que en esos tiempos yo me fijaba detenidamente en toda muchacha
casadera como una posible candidata a formar pareja conmigo. Eso sí, debía ser
una muchacha sencilla, sin mayores pretensiones y que estuviera dispuesta a
acompañarme a donde yo tuviera que ir. ¿No lo dice aquel himno clásico: “Si él
va conmigo yo iré por doquier?”
Si me equivocaba, podría dar al traste con mis
aspiraciones ministeriales, tenía escasos 23 años de edad.
Fue entonces cuando te vi, parada a la sombra del
árbol de zapote blanco que había en el centro del patio del Instituto Luz y
Vida, mismo árbol que alguna vez dibujó magistralmente a lápiz nuestro amigo
cananense, Abel Camacho, cuyo paradero no he vuelto a saber.
“Señor, ¿será esa la muchacha que tú tienes
destinada para mí?” La respuesta del
silencio que me rodeaba fue para mí como un resonante Sí.
¿Dónde vives?, te pregunte—En Chino, California. Yo
ni siquiera sabía que hubiera algún pueblo con ese nombre, pero tenía que
continuar con la conversación: “Y ellos, ¿Quiénes son?” “Ah, son Chuy y Sarah,
mis primos, son los pastores de la iglesia de Chino”. Creo que mi celo
Metodista Libre me hizo preguntar: “¿De qué denominación?” –“Metodista Libre,
¡claro!”—me dijo. ¿Y tú tienes algún cargo en la iglesia? –ahora lo que llamábamos
cargos se conocen como ‘ministerios’. “Soy asistente de tesorera”, me dijiste—Ah,
pensé, es una buena candidata”
Debo decirte que yo estaba en un gran dilema, tenía
mucho interés en establecer un principio de amistad, pero ese mismo día en mi
nueva iglesia yo esperaba un grupo de jóvenes que venían a celebrar una serie
de servicios evangelisticos, eso me tomaba todo el fin de semana, así que te pregunté
como por casualidad: “¿Se van a quedar algunos días por aquí?” –“El sábado nos
regresamos, si Dios lo permite”. Tu respuesta me cayó como balde de agua fría,
definitivamente yo no dispondría de más tiempo sino hasta el siguiente lunes;
por lo menos accediste a darme tu dirección postal, de ese modo me podría
comunicar contigo. Te saliste de la sombra protectora del árbol de zapote
blanco y yo me interpuse entre los candentes rayos del sol y tú, esperando que
entendieras el mensaje. ¡Yo quería ser tu protector de allí en adelante. Esa tarde
ocupé mi asiento en el camión de TNS con una profunda sensación de tristeza. ¿Habría
otra oportunidad
El servicio del miércoles en Nogales fue de mucha
bendición. La señorita que fungía como directora del grupo visitante notó mi
desasosiego: “¿Se siente bien?”—a pesar de que trataba de aparentar una
tranquilidad que estaba lejos de sentir, respondí: “Me siento bien, gracias”.
No se conformó con mi respuesta. El jueves todo el día anduve como dijo alguien:
cabisbundo y meditabajo, tuvimos otro servicio muy bendecido, pero faltaba todo
el fin de semana, ominosamente el sábado se nos venía encima. La señorita
aquella (lamento no recordar su nombre) me obligó a contarle mi experiencia.
“¿Y dice que la hermana se regresa mañana?” –“Pues, sí. Para cuando yo tenga
tiempo ya se habrá ido”—dije “Tengo que estar aquí durante toda la campaña, No
puedo salir hasta el lunes”. “No se preocupe, váyase a Hermosillo, nosotros nos
encargamos de los servicios, váyase sin cuidado”. ¿Cómo podía resistirme a esa
insistencia? Esa misma noche volví a ocupar mi asiento en TNS, rumbo a
Hermosillo. Cómo lamento no recordar el nombre de aquella señorita, creo que le
haría un monumento, pues establecimos una buena relación que luego se convirtió
en noviazgo, y finalmente, en boda.
Una de las hermanas, quizá con muy buena intención
me decía que estaba cometiendo un error al querer casarme con una muchacha de
los Estados Unidos, “Todos los que se casan con muchachas de allá luego se
olvidan de su país y emigran a los Estados Unidos”. Con el paso del tiempo demostramos que no
tiene que ser así en todos los casos.
Así pues, nos casamos el 6 de enero de 1968. Chuy, tu primo, y el Pastor Raymundo Caldera
fueron los ministros oficiantes en la Iglesia Metodista Libre de la Calle B y Central
Ave, en Chino.
Dos años después llegó Rodrigo, nuestro hijo, nacido
no del deseo sino del corazón.
Han sido 47 años plenos, de ir juntos por muchas
veredas diferentes, hemos reído juntos y llorado juntos, pero siempre hemos
estado rodeados por personas muy queridas que se preocupan por nosotros.
Las circunstancias nos trajeron a estas tierras
bajacalifornianas hace ya más de cuatro años, han sido los cuatro años más
difíciles de nuestra vida juntos sin duda alguna, pero como dijo el Apóstol
Pablo, SIN olvidar “lo que queda atrás, prosigo al blanco, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Nuestras veredas juntos pasan por Nogales, Sonora
(1968-69), Hermosillo (1969-72); Estación Bamoa, Sinaloa (1972-73); regreso a
Hermosillo (1973-94), etapa cuando
nacieron la 2ª. y 3ª. Iglesias. De 1988
a 1996 nos encargaron la supervisión de las iglesias de la Conferencia en la
superintendencia, recorrimos todas las iglesias
en varias ocasiones y me ayudaste en la gestión de registrar la
denominación Metodista Libre ante las autoridades federales en la ciudad de México
en 1991.
En 1994 volvimos a Nogales, permaneciendo allí hasta
el año de 1998 y vimos el nacimiento de la Iglesia conocida como Los Encinos,
hoy por hoy, probablemente es la iglesia que más ha crecido en la Conferencia.
Regresamos a Hermosillo, a la Iglesia Primera de 1998 a 2003, de allí pasamos a
dirigir el Instituto Luz y Vida (2003), y nos encaminamos en 2003-2010 a la
iglesia de Santa Ana.
En cada uno de los lugares en los que estuvimos
dejamos a muchos amigos muy queridos, nuestra vida se enriqueció en cada lugar
en el que estuvimos
Gracias por todo, dejaste familia, iglesia, tu país
adoptivo, y viniste a recorrer nuestros caminos juntos durante estos 47 años.
Por todo esto, gracias mi Amor. Siempre te amaré.
Una última cosa, que bueno que mi Superintendente no
se enteró que me fui en plena campaña, pero valió la pena. ¿No?