Los
“Pinteados” de la Iglesia
Estos pillines esperaron a que se iniciara el culto de la iglesia del domingo por la
tarde, se escabulleron del templo para ir a nadar en los canales de riego,
fueron las dos o tres horas más divertidas de ese domingo, pero con el
final más amargo.
Mientras en
la iglesia sonaban las notas de “En la Cruz, en la cruz, do primero vi la luz”,
“Santo, Santo, Santo”, y otros, la ropa quedo esparcida entre la hierba
mientras estos tres chapoteaban alegremente en las frescas aguas de los
pequeños canales aquel caluroso domingo en la tarde.
Normalmente
los servicios en la iglesia no se distinguían por ser todo lo ameno que se
deseara para un chiquillo, plebe, chilpayate o buqui, o niño. Las horas que se
volvían interminables en los cultos, en aquellos momentos eran lo más amenas
que podría esperarse.
El astro rey
se descolgaba rápidamente hacia el horizonte, pronto se haría de noche.
Aquellos niños se apresuraron a salir del agua, recogieron su
ropa y se vistieron, no mucho después de uno de ellos lanzo una exclamación de
dolor, el otro se vio preocupado, antes de que reaccionaran, otro de
los chicos a su vez también lanzo un grito de dolor, pronto los dos pegaban de saltos a la
vez que trataban de dirigirse en dirección al pueblo.
Esa noche
aquel par la paso en vela, presa de intensos dolores, alguno incluso
sufrió de alta temperatura, “calentura”, le llaman.
Desde
entonces creo que ni el pastor ni los demás fieles de la iglesia llegaba más
temprano que aquellos niños a la hora del servicio del domingo por la
tarde.
¿O alguien
ha sufrido diez o quince, o más picaduras de hormiga prieta?
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